Una casa es mucho más que sus paredes, pisos, techos y ventanas. De hecho, cuando terminamos de construir nuestra casa (departamento, PH, lo que sea), o nos entregan la llave de la que acabamos de comprar, no es más que una especie de “caja”, que podrá tener más o menos gracia propia, pero que en realidad no es nada sin todo lo que vamos a llevar con nosotros para poder habitarla. Y estas son las dos grandes palabras en las que me quiero detener: HABITAR y NOSOTROS.
Habitar tu casa no es sólo estar bajo un techo, abrigada, tener un lugar para dormir, un lugar para cocinar, y un lugar para cada una de las cosas que tenemos que hacer. Habitar es una EXPERIENCIA muchísimo más profunda que eso. Porque habitar tiene que ver con las EMOCIONES.
Y es justamente ese el motivo por el cual, es muy importante la otra palabra: NOSOTROS. Porque esa experiencia no es universal. Cada uno de nosotros es capaz de experimentar sensaciones radicalmente opuestas ante un mismo estímulo. Hay quienes vibran ante los colores intensos y en cambio hay otros que se abruman. Hay quienes se sienten libres ante una gran superficie vidriada y en cambio hay otros que sienten vértigo. Porque somos diversos. Hay tantas experiencias posibles como habitantes en el mundo.
Por eso la vital importancia de diseñar nuestros espacios, nuestros ambientes: para apropiarnos de ellos, para que resulten fáciles de ser habitados, para que se ajusten a nuestras necesidades, a nuestros deseos, a nuestros gustos y por qué no a nuestros caprichos. Para que podamos habitar nuestra casa permitiéndonos la experiencia más significativa para nosotros.
Y para lograr que eso suceda, hay tres cosas primordiales a considerar a la hora de pensar nuestros espacios:
1- La personalidad de sus habitantes
2- La personalidad de la casa misma
3- La personalidad del entorno
A las personas es relativamente fácil decodificarlas. Porque las personas podemos hablar, decir, preguntar, pedir cosas, mostrar fotos, colores. Podemos expresarnos. Decir sí y no, poner caras, mostrar nuestras emociones. (aunque más de una vez lo que decimos no se condice necesariamente con lo que más deseamos, pero eso dejémoslo para los psicoanalistas…).Y es desde ahí entonces que podemos delinear la personalidad de cada uno.
A las casas, en cambio, hay que interpretarlas, para poder conocer cómo son. Porque las casas siempre tienen personalidad propia, siempre “dicen” algo. De movida, no es lo mismo una casa en un country, que un PH urbano, o un departamento en el piso 25. Y aún dentro de esos grupos, cada vivienda va a tener cosas para decirnos, que los diseñadores tendremos que saber “escuchar”. No es lo mismo una casa de techos altos con puertas de madera antiguas, que una casa con barandas de vidrio y acero inoxidable, por ejemplo. Entonces es muy necesario tomarse un momento para percibir lo que la casa “trae”, lo que está en su ESENCIA, en su naturaleza.
Y en cuanto al entorno, definitivamente va a aportar su personalidad (su fuerte personalidad en todos los casos) a esa experiencia de habitar nuestros espacios. No es lo mismo estar en Santa Fe y Callao en la Ciudad de Buenos Aires, que frente a un lago en la Patagonia, o frente al mar, o en el Delta. Es distinta la vista, es distinto el sonido, es distinto el clima, el olor, la luz, la perspectiva… Y voy más allá: no es lo mismo la esquina de Santa Fe y Callao que la de Corrientes y 9 de Julio, por poner dos puntos bien urbanos dentro de la misma ciudad. Habrá más cosas en común, por supuesto, pero aún así cada uno tiene sus particularidades. El entorno es, sin dudas, un condicionante fundamental a la hora de diseñar nuestros espacios.
Y estas tres cosas, están muuuuy, pero muy, entrelazadas entre sí.
Por un lado, el hecho de que hayas elegido vivir en Buenos Aires o en el Delta, ya dice muchíiiisimo de vos. En esa decisión ya estás poniendo en juego una buena parte de TU personalidad. Lo mismo ocurre con la decisión de vivir en una casa suburbana, o un PH en un barrio porteño, o en un edificio en torre en Belgrano. Eso también cuenta cosas acerca de lo que vos querés, de tu estilo de vida, de tus intereses y de tus necesidades.
Por otro lado, también las casas y los entornos están estrechamente ligados y se condicionan. El clima, el espacio disponible, los materiales locales, la disponibilidad de transporte y mano de obra, entre otras cosas, hacen que la arquitectura tome algunas expresiones particulares según los distintos contextos. Es inevitable pensar en ciertas tipologías y no asociarlas con determinados paisajes. Pienso en la casa alpina, la cabaña de troncos, las torres vidriadas, las casas de madera… Y esas tipologías no son caprichosas. Siempre tienen una razón de ser que las vincula directamente con el lugar en donde se originaron. A veces suelen traspolarse a otros lugares, que poco tienen que ver con los originales, y ahí es donde todo empieza a hacerse un poco más… ¿impostado?.
Como verán, no hemos hablado de telas, ni de muebles, ni de maderas, ni de luces y, sin embargo, hemos estado hablando todo el tiempo de INTERIORISMO. Porque este hermoso juego es lo que hacemos los diseñadores de interiores. Te escuchamos a vos, te decodificamos, nos empapamos del entorno, lo respetamos, hacemos hablar a tu casa, la interpretamos, y al fin, con toda esa información, la TRANSFORMAMOS.
A través de las proporciones, los colores, las luces, las texturas y las formas, le damos vida a esa “caja” para lograr ambientes especiales para que vos (y los tuyos) experimenten cada día las emociones más propias, y más bellas, al habitar esos espacios. Ese es el gran sentido del diseño interior.