La palabra “estilo” tiene varias acepciones. Dos de ellas son fundamentales para el Diseño Interior. Y digo dos aunque no siempre queda clara la diferencia o el límite entre estas dos definiciones, y parecen usarse indistintamente. Por eso, se me ocurrió empezar por ver qué dice el diccionario para luego poder pensar un poco de qué hablamos REALMENTE cuando hablamos de ESTILO en Diseño Interior. Transcribo acá las tres definiciones de esta palabra que tomé de la Real Academia Española y que me parecen las más relevantes para aplicar al diseño:
1. Conjunto de características que identifican la tendencia artística de una época, o de un género o de un autor.
2. Carácter propio que da a sus obras un artista plástico o un músico.
3. Gusto, elegancia o distinción de una persona o cosa.
Lo primero que tengo para destacar, es que el estilo está definido principalmente en torno a disciplinas artísticas, lo cual no me sorprende para nada, pero sí lo quiero resaltar. Siempre digo que la arquitectura y el diseño interior son una forma de arte. Son una manera de expresar algo, de manera sensible, a través de un proceso creativo. Allí donde no había nada, aparece una expresión que comunica, que dice, que emociona, en parte de forma intencional y deliberada, y en parte de forma inconsciente e inesperada, tal como ocurre en cualquier composición artística ya sea plástica, literaria, musical, fotográfica o cualquier otra. El diseño interior habla del interior de las personas, de quienes somos, de las cosas en la que creemos, de las cosas que nos conmueven, de cómo vemos el mundo, así de importante es. Por eso, en cualquiera de estas definiciones de estilo, podríamos reemplazar la palabra “música”, “plástica” o “tendencia artística” por la palabra DISEÑO.
Ahora bien, volvamos al estilo.
Tenemos entonces dos grandes maneras de entenderlo:
Una, está relacionada con un conjunto de CARACTERÍSTICAS, tendencias, ideas y expresiones que son propias de una ÉPOCA, de cierta REGIÓN y/o de cierta CULTURA y que, a los fines de clasificar, englobamos en categorías que cumplen con determinados parámetros. Es ciertamente una convención que hacemos, y sería lo que normalmente llamamos “ESTILOS DECORATIVOS” o “estilos arquitectónicos”. En base a esta convención, hablamos del estilo clásico, moderno, nórdico, contemporáneo, minimalista, barroco, inglés, francés y una larga lista de etcéteras. Esta acepción tiene que ver con las generalidades, con lo tipificable, con los rasgos comunes, con la agrupación. Y no está mal, por supuesto, pero es eso: lo que se repite, lo que generaliza.
La otra manera de entender el estilo, es cuando hablamos de la particularidad, de lo propio, de lo SUBJETIVO, de lo personal, de lo singular. Este segundo “estilo” ya no se refiere a las características colectivas y repetitivas sino, como vemos en la definición número 3 de más arriba, a aquello que define a la PERSONA. Se trata de ese SELLO PERSONAL que nos hace únicos e irrepetibles. Se trata de ese conjunto de características que conviven todas juntas sólo en esa persona, de manera tal que la hacen especial y única, la distinguen.
Parecería contradictorio ¿no? Y en parte lo es… Pero hay algo que las dos definiciones tienen en común y es que, en ambos casos, hay rasgos o características que permiten definir un CONCEPTO, un sello, una “personalidad”, una identidad. En un caso será el sello de la época, el lugar o la cultura, y por eso es general, y en el otro, de una persona o de una cosa, lo cual lo hace único e irrepetible.
En este punto, las preguntas que me hago como diseñadora son: ¿a qué apuntar entonces? ¿sirven los estilos decorativos? ¿Para qué sirven? ¿Cómo usarlos? Cómo entenderlos? ¿Cómo construir un estilo propio? ¿Desde dónde? ¿Qué queremos para nuestras casas? ¿Un estilo de manual o un estilo personal?
Casi que en el enunciado de las preguntas está la respuesta misma. Por supuesto, mi convicción como arquitecta interiorista es aspirar al ESTILO PROPIO, personal, al que tiene sentido y surge desde las mismas personas. Y para definir ese estilo personal, no alcanza solamente con definir o enunciar un estilo decorativo. Recalco el “solamente” porque, por supuesto, conocer y entender estos estilos nos va a permitir empezar a delinear nuestro estilo personal. Pero creo que es un error quedarnos sólo con eso.
Muchas veces llegan los clientes y me dicen “a mí me gustaría un estilo nórdico” ó “yo quiero algo bien clásico” ó “a mí me encanta el estilo industrial que se usa ahora” (voy a dejar para otro artículo el tema de las tendencias y la moda, ¡no me quiero dispersar con eso ahora!). Y tal vez esas frases sean un muy buen punto de partida, pero de ninguna manera son suficientes para definir un CONCEPTO ESTILÍSTICO PROPIO para esas personas en particular, para esa casa en particular, para su estilo de vida o para esa ciudad en la que viven. Para poder construir eso es necesario hurgar en otros lugares, indagar en las personas, buscar otras fuentes de inspiración, conectarse con las emociones, con los deseos, con nuestra historia y con todo aquello que nos haga encontrar el SENTIDO propio para nuestros interiores.
Sin embargo, no podemos desconocer lo que se hizo en otras épocas, en otros lugares y en otras culturas. Y en especial preguntarnos por qué. Es nuestro deber APRENDER de eso. Porque todos esos estilos que hoy reconocemos y tipificamos, nacieron porque tenían un sentido para esa época, para ese lugar o para esa cultura. Siempre pienso que la cultura es acumulativa. Y que el mundo se fue haciendo cada vez más pequeño de algún modo, porque tenemos a nuestro alcance cosas que antes hubieran sido literalmente de otro planeta. Hoy estamos a un click de distancia de casi todo y eso nos da un bagage de recursos que nos enriquece muchísimo, pero que también puede ser difícil de administrar. Por eso me parece súper importante, entender y conocer los diferentes estilos decorativos pero no quedarnos en una actitud pasiva o receptiva frente a ellos. Me parece clave saber por qué surgieron, en qué contexto, para solucionar qué problemas, para expresar qué ideas, porque existían qué técnicas, para combatir qué clima o para representar qué paisajes y qué sociedades. Porque desde ese conocimiento vamos a poder definir mejor un estilo propio y singular que tenga sentido y nos defina como personas.
A los fines de este artículo, voy a hacer un breve listado de algunos estilos decorativos agrupados en cuatro categorías. Como toda clasificación, no es taxativa y es susceptible de interpretaciones diferentes. También cabe decir que cada vez es más difícil establecer límites claros entre los distintos estilos porque, como dije antes, la cultura es acumulativa y dinámica, y vamos haciendo mestizajes (¡hermosos y enriquecedores, por cierto!) que van desdibujando la línea entre un estilo y otro. La idea es ir desarrollándolos en profundidad en sucesivos artículos. Por hoy sólo los dejaré enunciados de esta forma:
Estilos más clásicos y formales: Clásico, Francés, Inglés, Barroco, Mediterráneo
Estilos más casuales e informales: Nórdico, Shabby Chic, Boho, Wabi Sabi, Californiano, Neorústico
Estilos más actuales: Minimalista, Contemporáneo, Moderno Urbano
Estilos de inspiración retro: Mid-Century Modern, Industrial, Zen, Art Deco, Vintage, Pop
Y para terminar, hay dos ejercicios que te propongo hacer para que empieces a construir TU PROPIO ESTILO a partir de los estilos decorativos. Uno es empezar a ADJETIVARLOS. Es decir, a no quedarte sólo con las reglas del estilo. Pongamos, por ejemplo, que te encanta el estilo nórdico. Te invito entonces a que te preguntes qué adjetivo le podrías poner para personalizarlo un poco. Alguien podrá decir que quiere un nórdico fresco, otra podrá preferir un nórdico sofisticado, otra un nórdico acogedor. Fíjate cómo en estos tres ejemplos, agregando sólo un adjetivo, estamos definiendo conceptos diferentes y estamos recortando un poco la generalidad del nórdico para acercarla a nuestra subjetividad. Y por supuesto, esos adjetivos van a surgir necesariamente de VOS, de TU interior, de tu IDENTIDAD.
Y el segundo ejercicio que te propongo es el de DECONSTRUIR los estilos decorativos. No quedarte con que “me encanta el nórdico” (siguiendo el ejemplo de antes) y empezar a preguntarte: qué te gusta del nórdico, cuáles son las características de ese estilo que te representan, cómo es, qué materiales utiliza, qué colores, qué formas, qué texturas, qué motivos, por qué te atrae, por qué tenés empatía con ese estilo en particular y no con cualquier otro. Hacerte estas preguntas te va a ayudar a desmenuzar un poco las cosas e ir llegando cada vez más adentro tuyo para que puedas acercarte a la definición de TU ESTILO PROPIO, que podrá estar inspirado en algún estilo decorativo pero que no se va a quedar en la generalidad de poder ser para cualquiera, sino que va a adquirir la singularidad de lo irrepetible.