Uno de los grandes proyectos que tenemos en la vida, suele ser alcanzar la meta del “techo propio”. Pero cuando lo conseguimos, y pasa el tiempo, llega un momento en que ya no nos conforma “sólo un techo”. Queremos más. Queremos una casa con personalidad, una casa que nos encante, una casa radiante. Porque las personas somos así, vamos subiendo la vara de nuestros deseos y desafíos. Entonces, una vez que llegamos a ese objetivo que en algún momento nos pareció inalcanzable, nos damos cuenta de que queremos dar otro salto, y pensamos en transformar ese “techo” en un lugar increíble, personal, diseñado, funcional, confortable, armonioso, acogedor. Queremos una casa especial. Y es ahí cuando aparece la idea de remodelar, para transformar una casa cualquiera en NUESTRA CASA, para ponerle nuestro sello, nuestra impronta.
Pero pronto también nos damos cuenta de que emprender una reforma puede ser un proyecto tan hermoso como aterrador. Enseguida nos enfrentamos a todas las variables que deberemos considerar, desde qué hacer, hasta con quién hacerlo, pasando por la logística, los costos, los gremios, los riesgos. En fin, una cantidad de cosas que desconocemos y que de entrada nos pueden abrumar.
Por eso, me parece importante saber cuáles pueden ser algunos de los errores típicos en los que podemos caer a la hora de encarar un reforma. No son los únicos pero, a lo largo de mi experiencia trabajando con distintos clientes, veo que estos tres errores son, además de muy frecuentes, los que pasan más inadvertidos. Sin embargo, pueden generarnos grandes dolores de cabeza y resultados indeseados.
1. No hacer un buen diagnóstico
Para los que ya leyeron algún artículo mío, sabrán lo insistente que soy con esto, pero la cantidad de veces que me encontré con clientes que saltean por completo la instancia del diagnóstico es incalculable. Es muy pero muy común, que vayan directamente a la solución y no se detengan a pensar antes cuál es el problema. Por ejemplo, me plantean en la primer entrevista: “quiero sacar esta puerta de acá y ponerla en este otro lado”. Ok, pero ¿por qué? ¿para qué? ¿cuál es el problema que querés solucionar?
Entonces empiezan a aparecer respuestas como “bueno en realidad porque es muy incómodo pasar por el medio de la cocina para ir al living, y la cocina no me resulta funcional”, por ejemplo. Y ahí tenemos el diagnóstico: tenemos un problema de circulación entre la cocina y el living que además hace que la cocina no sea funcional. Y ahí viene la siguiente pregunta: cambiar la puerta de lugar, ¿es la única solución? ¿es la mejor solución?.
Pensar las cosas desde el diagnóstico nos permite considerar las múltiples soluciones que SIEMPRE hay ante un mismo problema, y evaluar los pros y los contras de cada una. Tal vez, finalmente terminemos concluyendo que sí hay que cambiar la puerta de lugar pero tal vez (y se sorprenderían de saber la cantidad veces que esto pasa) aparezca otra solución, a veces más simple, a veces mas económica o, incluso, que hasta resuelva más de un problema a la misma vez.
Entonces, ¡OJO!, pregúntate siempre qué le pasa a tu casa, qué es lo que no funciona, o no te gusta, o no es confortable, antes de empezar a plantear soluciones. Teniendo eso claro, vas a reducir muchísimo la posibilidad de tomar decisiones equivocadas.
Un caso, a modo de ejemplo (lo escuché una vez en una charla TED): En una escuela, “necesitaban” agrandar los corredores a la salida de las aulas porque no eran suficientemente grandes para alojar la cantidad de alumnos que salían a la misma vez cuando sonaba el timbre del recreo o de fin de curso. Esto era algo urgente porque, además, hacía peligrosa la evacuación. Entonces llamaron a un arquitecto para que hiciera un proyecto para ampliar los corredores. El arquitecto, antes de ponerse a dibujar, pensó ¿cuál es el problema acá? El corredor es chico para la cantidad de alumnos que salen en simultáneo. Tres variables: chico, cantidad de alumnos, simultaneidad. Y entonces se le ocurrió preguntar “¿Pensaron en reducir la cantidad de alumnos en vez de agrandar el corredor?” “Eso no es posible”, dijeron enseguida las autoridades de la escuela tratándolo de insensato. El arquitecto contestó: “Claro que es posible y podría solucionarse en un día, colocando un segundo timbre y programando dos turnos de entrada y salida de los alumnos”. Cero obra, presupuesto despreciable, implementación inmediata. Soluciones como esta surgen sólo de un buen análisis de diagnóstico.
2. Subestimar
Este error es otro clásico que veo todo el tiempo, no sólo en las primeras entrevistas con mis clientes, sino en general, en ámbitos sociales en donde escucho hablar acerca de obras y reformas.
¿A qué me refiero? Me refiero a una cantidad de creencias que nos hacen (mal)pensar que todo va a ser fácil, rápido, bueno y barato, y que cualquiera puede hacer cualquier cosa. Definitivamente, esto NO es así en casi ningún ámbito de la vida, y te aseguro que NO es así en una reforma.
Frases típicas que escucho en este sentido:
- “Ah, esto es una pavada, viene fulano y lo resuelve en un ratito”
- “Bueno pero, ¿cuánto me pueden cobrar por pintar este departamentito”?”
- “Un mes para esta cocina, nos sobra”
- “No, de eso nos ocupamos nosotros, no es tan difícil”
- “Yo me arreglo con los tiempos, total trabajo acá nomás”
- “Yo tengo un albañil que hace de todo”
- “Yo sólo necesito un “dibujito”
Y así podría seguir, y seguir, y seguir…
Creer que las cosas son fáciles, rápidas y baratas, sólo te va a llevar a frustraciones, decisiones equivocadas, malas planificaciones, malas inversiones y, por consiguiente, a un mal resultado. Ser realista en el dimensionamiento de los tiempos, la complejidad de cada tarea, los presupuestos, la coordinación, la administración, la supervisión, la toma de decisiones, la importancia de un proyecto, es lo que va a garantizarte que puedas llegar al resultado deseado en tiempo y forma.
La contrapartida de subestimar, sería sobredimensionar todo, desconfiar de todo, dudar de todo. Eso tampoco es sano en una obra, y podría enumerarlo como un error más, pero lo voy a dejar como la otra cara de la misma moneda. Además, creo que son más graves las consecuencias de subestimar que de sobrestimar, porque pueden hacer que rápidamente te sobrepase el desborde y que tu proyecto se quede a mitad de camino. En el otro caso, si bien en exceso, al menos estamos del lado de la seguridad. Igualmente creo que siempre, lo más acertado, es analizar las variables lo más cercanamente posible a su verdadera magnitud.
3) No contratar especialistas
Tal vez esto tenga que ver con el error anterior, y tenga su origen en la subestimación que a veces se hace de determinadas tares, o de determinados roles dentro de una obra. Para analizarlo mejor, vamos a dividir a los especialistas en dos grandes grupos.
Uno son los gremios de obra. Creer que cualquiera puede hacer cualquier cosa o que una misma persona puede resolver bien la albañilería, la plomería, la electricidad, la pintura y de paso hacer las barandas de hierro es definitivamente uno de los errores más costosos en los que podemos caer en una reforma. El “se da maña” hay que erradicarlo por completo. Nadie puede hacer bien todo. Y nadie tiene tiempo para hacer todo eso junto. En este mundo, que cada vez está más especializado, es un error enorme pensar que una misma persona puede saber lo suficiente de cada rubro como para hacerlo bien y a tiempo.
A nadie se le ocurriría ir al oculista si le duele la rodilla. Bueno, en una obra paso lo mismo. No recurras a un albañil para hacer la electricidad de tu casa. Recurrí a cada especialista para cada rubro de tareas. Además, lo que en un principio puede parecerte más barato, lo vas a terminar pagando a la larga, y tal vez de maneras más costosas, no sólo en plata sino también en tiempos, disgustos y complicaciones.
Y por otro lado, está el rol de los profesionales a cargo del proyecto, la dirección y la coordinación de los trabajos. Es decir, el arquitecto/a (también podría ser el ingeniero/a, o el/la maestro/a mayor de obras, pero acá lo voy sintetizar en la figura del arquitecto/a).
Es muy común tender a pensar que una reforma, una remodelación, o una ampliación, son “obras menores” (otra vez aparece la subestimación…), y que entonces no es necesario recurrir a un arquitecto que desarrolle un proyecto (“alcanza con un “dibujito””), ni que haga una dirección de obra (“No, de eso nos ocupamos nosotros, no es tan difícil”), ni que coordine a los distintos gremios y proveedores.
Nada más equivocado que ese razonamiento. Tener a un profesional experto como tu mejor aliado para proyectar, supervisar y coordinar las tareas de una obra, es la mejor herramienta con la que podés contar para que la experiencia de tu reforma no sea tan estresante y los resultados sean superadores incluso de tus expectativas.
No hay nada como un buen equipo de especialistas, dirigidos por un experto para llevar a cabo un trabajo en equipo. Y una obra es eso: un gran trabajo en equipo en donde cada tarea tiene que estar alineada hacia un objetivo en común. Cada especialista va a poner sus conocimientos y habilidades al servicio del proyecto general, comandado por un profesional que va a coordinarlos y supervisarlos. Eso optimiza todo: los tiempos, los costos y los resultados.
Retomo esta frase:
Emprender una reforma puede ser un proyecto tan hermoso como estresante. Por eso, mi recomendación es que definas muy bien cuáles son los defectos o problemas a solucionar, que dimensiones de manera realista los tiempos, los costos y los trabajos y que, definitivamente, contrates especialistas para cada tarea.
Espero que este artículo te haya sido útil y, si tenés ganas, te invito a que me dejes tus comentarios, dudas o consultas a través del formulario más abajo.